"La dificultad no debe ser un motivo para desistir sino un estímulo para continuar"

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Sensaciones

Sensaciones. No puedo recordar dónde me encontraba,qué estaba haciendo cuando se produjo el apagón. Me palpo y estoy en pijama: tal vez estaba acostado o leyendo en el living o preparándome un café en la cocina. No lo sé, por más que me esfuerzo no puedo recordarlo. Tampoco tengo noción del tiempo transcurrido desde entonces. Supongo que es de noche, la oscuridad es total, me duelen los ojos tratando de encontrar el más pequeño rayo de luz emergiendo de las sombras. Parece como si estuviera sumergido en una gelatina densa y negra que me paraliza. Debo tranquilizarme, trataré de avanzar despacio, tanteando a mi alrededor, estoy seguro que tocando las cosas podré darme cuenta de dónde estoy. Pero es inútil no puedo moverme. Apenas mis manos aletean torpemente en el vacío, una de ellas descubre la pequeña radio en el bolsillo de mi chaqueta. La enciendo con cuidado, la muevo, la sacudo ¡maldición! no funciona. La arrojo hacia cualquier parte con todas mis fuerzas ¿contra que se habrá estrellado que no la escuché caer?Es que tampoco escucho nada. Ni el rumor de la calle, ni el tic tac del reloj de pared, ni los latidos de mi angustia. El sonido penetrante del silencio me hiere los oídos y el estómago. ¿qué hacer?Gritaré, gritaré hasta que alguien me escuche, hasta que todos me escuchen. pero no es posible, el grito no sale de mi garganta o tal vez sí. ¡Entonces zapatearé, golpearé el piso, romperé el piso, perforaré los doce pisos que me separan de la planta baja! Tampoco es posible, la madera resbala bajo mis pies como un colchón blando y movedizo. Podría golpear las manos con toda la energía que me queda. El sonido de sus golpes rebotará, se expandirá. Alguien tendrá que escucharlos y vendrá en mi ayuda, alguien tiene que venir. No, están crispada sobre los muslos y no me obedecen, mis manos no me obedecen. Un extraño cosquilleo que sube desde la punta de los dedos ha comenzado a treparse por mis miembros. Parecen millones de hormigas iniciando una procesión devastadora. Tengo miedo, el más atroz de los miedos pero no puedo hacer nada,debo tranquilizarme y esperar ¿Esperar qué?El cosquilleo sigue subiendo, lenta pero inexorablemente va devorando mi cuerpo. Ha llegado a mi cintura, a mi pecho, a mi garganta. No tengo dolor pero sí una paulatina sensación de inexistencia. sé que estoy llorando aunque no sienta la tibieza de mis lágrimas. Ahora todo yo soy sólo un pensamiento que flota en el espacio ¿Será este el principio del fin? no lo sé, ya ni siquiera puedo... Úrsula Buccio

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